La primera vez que me subí a un escenerio fue a los seis años en la muestra final de las clases de baile Flamenco y Urbano que daba en ese entonces, y así seguí durante los siguientes tres años, pero fue a los dieciséis cuando descubrí el mundo de la interpretación por primera vez gracias a la que era mi profesora de Lengua y Literatura. En cuanto supe que era un mundo que me llamaba la atención se lo comenté a mi madre y unos días después ya estaba apuntada en la que fue mi primera escuela de interpretación. En ese momento me enamoré de la profesión, teniendo claro que eso era a lo que yo me quería dedicar y desde entonces ha sido parte de mí y de mi vida.